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Choque y mañana complicada en la Gral. Paz a la altura de Saavedra

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La mañana se muestra complicada en la avenida General Paz. Es que ocurrieron dos choques a la altura de los barrios porteños de Nuñez y Saavedra, lo que provocaron demoras esta mañana y dejaron como saldo una persona herida  y por lo menos cinco kilómetros de congestión en plena hora pico, informaron fuentes viales.

El primer incidente ocurrió cerca de las 9 en el kilómetro 2,5 a la altura de la calle Vedia, en sentido al Río de la Plata, donde por causas que por el momento se desconocen, chocaron un auto y una moto.

Por el impacto el conductor de la motocicleta sufrió heridas y fue trasladado en un helicóptero del SAME a un hospital cercano.

La avenida permaneció totalmente cortada unos minutos para facilitar el descenso y ascenso de la aeronave sanitaria, indicaron las fuentes.

Minutos más tarde se produjo un segundo choque entre dos autos en el kilómetro 2, en sentido al Riachuelo a la altura de la calle Superí donde no se registraron víctimas pero si la reducción del carril central.

Desde entonces por el primer incidente quedó el sector de banquina derecha obstruido y por el segundo siniestro el carril central reducido mientras se realizaban las tareas de remoción de los vehículos involucrados en ambos choques.

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29 de enero, el día Roberto Goyeneche

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Los 29 de enero son una fecha especial para los vecinos del barrio de Saavedra y para la comunidad toda, ya que se cumple un nuevo aniversario del nacimiento, del personaje sin dudas, más identificado con su barrio, con el barrio de Saavedra.

Numerosos homenajes se le han hecho por todo su territorio, por esas calles que el tantas veces pateó, que tantas veces transitó y amó. Desde murales, el nombre en una de las tribunas del club de sus amores Platense, la estatua que antes estaba en frente al Parque Sarmiento y ahora se encuentra en la sede Comunal 12, su nombre en el viaducto de la avenida Balbín y en el corazón de cada vecino que habita ese barrio.

Roberto «Polaco» Goyeneche nació como ya dijimos en el barrio de Saavedra el 29 de enero de 1926, y falleció en Buenos Aires el 27 de agosto de 1994. Fue un exitoso cantor de tango de ascendencia vasca.

De adolescente, Goyeneche comenzó a frecuentar cafés y cabarets donde se presentaban los grandes cantantes de tango de la generación de los años 40s. El Polaco trabajó como chofer de colectivo, taxista y mecánico.

Historiadores y periodistas han investigado sobre el lugar de nacimiento de Goyeneche y de allí surgieron dos versiones: la que asegura que nació en Saavedra y la que sugiere que lo hizo en Urdinarrain, provincia de Entre Ríos. Dicen que su madre embarazada viajaba en tren hacia Buenos Aires y, al adelantarse su parto, tuvo que dar a luz en Urdinarrain (lo recordó en su momento Santiaga Boero, la partera que se hizo cargo del alumbramiento). Parece ser que a los pocos días de dar a luz, su madre retomó su viaje y al llegar «anotó» a su recién nacido en Saavedra. Como no hay documentos escritos que prueben lo contrario, se reconoce que Roberto Goyeneche nació en Saavedra, Buenos Aires, puesto que su partida de nacimiento expedida por el Registro Civil lo certifica.

Allí, en Saavedra, conoció al amor de su vida, el Club Atlético Platense, al que seguiría hasta el día de su muerte.

Su primer éxito fue a los dieciocho años en un concurso para voces nuevas, en 1944. Ese año inició su carrera como cantor en la orquesta de Raúl Kaplún. Formado en la caudalosa corriente gardeliana, alcanzó un estilo personalísimo de dicitore.

En 1952 fue convocado por Horacio Salgán para reemplazar al cantor Horacio Deval y formar rubro con Ángel Díaz, quien fue el que lo bautizó «El Polaco» por ser flaco, tener el pelo largo y rubio, similar a los jóvenes de origen polaca de la época.

Con Horacio Salgán registró cuatro grabaciones para el sello RCA Victor: «Alma de Loca», «Yo Soy el Mismo», «Un Momento» y «Siga el Corso». En 1954 siguió grabando con Salgán en el sello TK otras seis grabaciones, dos de ellas a dúo con Díaz.

En 1956, a los treinta años, se convirtió en el cantor de la orquesta de Aníbal Troilo, de quien fue admirador y entrañable amigo. Con él grabó 26 temas. Unos años después, ya solista, se volvieron a asociar en dos LP titulados «Nuestro Buenos Aires» (de obras compuestas especialmente por Armando Pontier y Federico Silva) editado en 1968 y «¿Te acordás Polaco?», en 1971.

El repertorio de Goyeneche fue muy extenso y variado, los tangos bien antiguos y los más modernos desfilaron en su trayectoria discográfica. 

En Estados Unidos grabó un disco de tangos clásicos («Volver», «Sur», «La Milonga», «Los Ejes de Mi Carreta», de Atahualpa Yupanqui) con extrañísimos arreglos jazzísticos de Carlos Franzetti (pianista y compositor argentino de jazz radicado en EE. UU.).

En 1969 grabó «Balada Para Un Loco», de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer, en un acto de audacia artística, luego del escándalo que el estreno del tema significara y el debate sobre lo que debía ser aceptado como tango.

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Choque y muerte en Gral. Paz y Superí

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Un hombre de 35 años murió esta mañana tras chocar el automóvil que conducía sobre la Avenida General Paz, mano al Riachuelo, a la altura de la calle Superí, en el barrio porteño de Saavedra.

Según trascendió, el trágico accidente se registró alrededor de las 5 de este viernes cuando un vehículo Ford blanco que iba en zig zag por la mencionada avenida, chocó contra el guardarrail izquierdo, hizo varios trompos y quedó sobre la parte derecha de la General Paz.

El incidente ocurrió cerca de las 5 de la mañana por motivos que se investigan. Tras chocar contra el muro divisor izquierdo, el Ford Focus siguió su carrera y término impactando contra el muro de la rampa de tránsito pesado.

La General Paz quedó totalmente bloqueada al tránsito mano a provincia durante cuatro horas. Pasadas las 9, se habilitaron tres carriles para normalizar el tránsito.

Según el registro de infracciones de la Ciudad de Buenos Aires el auto involucrado en el choque posee nueve multas por exceso de velocidad y la deuda asciende a más de 140 mil pesos. Por su parte, el mismo reporte pero de la provincia de Buenos Aires arroja que poseía 47 infracciones por un valor superior al 1.4 millones de pesos.

La investigación quedó en manos de la Fiscalía de Saavedra-Núñez, a cargo del fiscal José María Campagnoli, quien solicitó la presencia de Viales y una Unidad Criminalística Móvil (UCM).

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Es vecino del barrio de Saavedra y va por los 40 viajes a la Antártida

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Carlos Enrique Bellisio se define como “un tipo de ciudad”. A sus 65 años, este vecino de Saavedra, separado y padre de una hija de 30, disfruta de los asados, de Buenos Aires y de ir tres o cuatro veces por semana a escuchar blues. Pero una vez por año y por un par de meses, el “Mono” Bellisio se va de la ciudad. Bien lejos, a la Antártida. Y lo hizo varias veces: en estos días está iniciando su campaña antártica número 40. Se convertirá así en uno de los argentinos (y de los humanos en general) que más veces viajó al Continente Blanco.

Carlos es Perito en Recursos Naturales y técnico especializado en Ictiología antártica, asistente de campo y de laboratorio del Departamento de Ecosistemas y Recursos Marinos de la Coordinación de Ciencias de la Vida. Colabora en diversas disciplinas como la Ecología y Evolución e impacto de la pesca comercial en el suborden Notothenioidei en el Arco de Scotia. Inició sus actividades en la Antártida en 1976 y ya ha participado de casi 40 campañas científicas.

 El inicio de todo había sido a los 18 años, cuando quiso ganar plata por sus propios medios, y un amigo le ofreció un puesto en la fábrica de un tío.

Su papá, que trabajaba en el Museo Argentino de Ciencias Naturales y había pasado ya 15 campañas en la Antártida, se negó y le hizo una contrapropuesta. “Mi papá, que era muy recto, me dijo ‘el hijo de un doctor no puede trabajar en una fábrica de colchones’”, recuerda en tono de humor. “Me llevó al Instituto Antártico Argentino y me presentó al jefe en esa época. Él me puso tres meses a prueba, y acá estoy”.

Su tarea es asistir a los científicos que van a la Antártida a llevar adelante sus investigaciones, en especial a los ictiólogos que estudian la vida marina en el sur del mundo. Durante el año trabaja en el laboratorio que el Instituto tiene en el Museo de Ciencias Naturales, en Parque Centenario. Cuando llega el verano, viaja para las campañas antárticas.

Subirse a un bote y navegar sobre el agua helada para recoger un trasmayo, pasando por al lado de témpanos y pingüinos, es para Bellisio parte de su rutina. De alguna manera, heredada. “Nací el 25 de mayo de 1957 en Río Tercero, Córdoba. Pero de muy chiquito nos vinimos a Buenos Aires, porque mi padre, que era biólogo marino, empezó a trabajar para Hidrografía Naval. Él fue a la Antártida unas 15 veces, hasta el 75 aproximadamente”.

A los 19 años viajó por primera vez al Continente Blanco. “Nos embarcamos en el ARA Bahía Aguirre, y tardamos 26 días en llegar a la base Almirante Brown, porque antes el barco iba descargando provisiones en otras bases. Al llegar, desembarcamos en lanchas tipo LPV, como las de la Segunda Guerra Mundial, en las que se abría una puerta adelante y bajabas. Tuvimos que descargar la comida, el combustible, todo. Estuve en Brown tres meses”, recuerda.

En esa primera experiencia hizo de todo. “Trabajaba con científicos que estudiaban peces, plancton, cormoranes (un ave típica). Hacía de todo un poco, era un comodín”, explica. Con el tiempo y el correr de las campañas, se fue dedicando casi exclusivamente a asistir a los ictiólogos.

Y desde entonces también se fue acostumbrando al paisaje blanco, al silencio y a la sensación de estar fuera del planeta. Y a cuestiones que aquí son cotidianas y allá cambian, como no tener que meter la mano en el bolsillo para sacar plata, porque en la Antártida no hay nada que comprar.

“La gente me pregunta si no me aburrí de ir tantas veces. Pero es una aventura. La soledad, estar aislado del mundo. Hay gente que llega y a los pocos días ya se quiere volver, camina por las paredes. A mí no me pasa, me encanta. Estoy por jubilarme y me cuesta un horror”, comenta.

A lo largo de estas cuatro décadas, las condiciones para los científicos, técnicos y militares que cada año van a trabajar a la Antártida fueron mejorando. Pero en aquellos momentos, el riesgo era mayor. “Tenías que estar bien física y mentalmente. Hoy también, pero antes era más peligroso. Era todo más prehistórico…salíamos de la base con un equipo amarillo, de esos que hoy usan los motoqueros. Si te caías al agua, a los 5 minutos te morías congelado”, cuenta.

El Mono pudo ver cientos de animales: ballenas, elefantes marinos, pingüinos, focas y orcas. A algunos, los vio demasiado cerca: “Una vez éramos cuatro en el bote, estábamos pescando, y uno me dice ‘¿qué eso que está ahí al lado?’ Me di vuelta y vi una aleta sobresaliendo del agua, era una orca de unos 8 metros de largo. Tiramos todo al agua y aceleramos a fondo el motor del bote, hasta que llegamos a un islote y bajamos corriendo. La orca nos persiguió y se quedó como media hora dando vueltas hasta que se fue. Ves un bicho así y te agarra terror”, cuenta entre risas.

La Antártida es hermosa pero puede estar llena de trampas. “En el 82, estaba en la base Carlini y fui a sacarle fotos a unas algas que estaban en la costa. De pronto, de entre las algas apareció un lobo marino, que se me puso a dos metros. ‘Qué lindo, le saco fotos’ pensé…Pero el lobo me empezó a saltar cada vez más cerca. Caminé despacio para atrás, y el lobo me seguía. Me di vuelta y empecé a correr, patinando con las botas de goma y con el lobo marino en los talones”…

Pero la situación más peligrosa no fue ninguna de esas. De hecho, la peor no fue en la Antártida sino en un viaje de ida. “En 1983, salimos de Ushuaia en un barco y nos agarró un huracán en cruce del pasaje Drake. Estuvimos cuatro días con vientos de 180 km/h, con olas de 25 metros. Ahí sí pensé que nos moríamos”, recuerda aún con miedo.

Pese a todo, el Mono le recomienda a quien pueda que vaya a la Antártida. “Que ni lo duden, es como ir a otro planeta”, cierra, a poco de viajar a ese continente de paz y ciencia que pisará por vez 40.

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